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Historia

De castros prerromanos a la grandeza de la Casa de Alba y Santa Teresa, la historia de Alba de Tormes cautiva

El origen histórico de la villa de Alba de Tormes es incierto, según el P. César Morán corresponde a un castro prerromano y luego a un núcleo de población romana con el nombre de Albocola. Por otro lado, hay indicios que hunden las raíces de su ocupación a los primeros períodos prehistóricos en relación con su situación topográfica en la margen derecha del río Tormes.

La única referencia de la antigüedad es de época romana, muestra de ello, es que en las proximidades de la villa, existe la calzada romana hacia Salamanca y se intuye el trazado aproximado del puente de esta época.

En el siglo X, después de un período sin noticias de Alba de Tormes, aparecen de nuevo referencias de la población. El proceso repoblador fue ordenado por Alfonso VI.

El 4 de julio de 1140, el rey Alfonso VII otorgó en Salamanca el Fuero al concejo de Alba, pero ese fuero se perdió, y en 1273 el rey Alfonso XII lo ratificó, dicho documento se encuentra en el archivo histórico del ayuntamiento de la villa.

Doña Beatriz de Portugal fue señora de Alba hasta 1411. A su muerte, pasó a ser patrimonio de los Infantes de Aragón. Las guerras entre éstos y Juan II de Castilla, dieron la victoria a este último apoyado entre otros, por grandes linajes, provocando que el Señorío de Alba se cediese a la estirpe de los Álvarez de Toledo.

Durante el siglo XVI, Alba de Tormes desarrolló la vida cultural más fértil de su historia de la mano del III Duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo, y de Santa Teresa de Jesús.

La historia de la villa se oscureció en los sucesivos siglos al coincidir con los destrozos provocados por las grandes crecidas del río Tormes, la Guerra de la Independencia y el proceso desamortizador de los bienes religiosos. La recuperación y el desarrollo adquirido a finales del siglo XIX y durante el siglo XX nos indican que Alba de Tormes quiere tener un hueco en la historia del nuevo milenio.

A día de hoy cuenta con una gran importancia histórica debido a los personajes que por ella pasaron, desde la Casa de Alba hasta santa Teresa de Jesús, junto a Garcilaso de la VegaLope de Vega o Calderón de la Barca entre otros, además de los distintos recursos turísticos como los naturales, gastronómicos, históricos, monumentales y religiosos.

Ducado de Alba de Tormes

El Ducado de Alba

La relación de Alba de Tormes con la familia Álvarez de Toledo se inicia en 1429, cuando Juan II, rey de Castilla, entrega el Señorío de Alba de Tormes a D. Gutierre Álvarez de Toledo, obispo de Palencia, Canciller Mayor de la reina Leonor, arzobispo de Sevilla y primado de Toledo.

La villa fue dejada en herencia a su sobrino D. Fernando, se convierte en I Duque de Alba, titulo que le concede el rey Enrique IV. A su muerte, hereda el título de II Duque de Alba, su hijo D. Fadrique, nacido en 1460, y primo por parte de madre, de Fernando El Católico. Estuvo al servicio de los Reyes Católicos y después con Carlos I, siendo éste el que en el año 1519, le concede el Toisón de Oro, y siendo el primer noble castellano en recibirlo. D. Fadrique lo introduce en el escudo de la Casa de Alba y en 1520 el rey le nombró Grande de España.

D. Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba, el Gran Duque, es uno de los más importantes personajes de la historia de España, tanto en lo militar como en lo político.

Su hijo D. Fadrique, se convirtió en el IV Duque de Alba.  Nació el 21 de noviembre de 1537 y compartió con su padre numerosas aventuras bélicas. Los descendientes continuaron la dinastía de los Álvarez de Toledo hasta que la XI Duquesa de Alba, Dña. María de Teresa Álvarez de Toledo Haro y Guzmán, se casó con D. José Manuel de Silva y Mendoza. De este modo, en las siguientes generaciones fueron los Silva los titulares de los estados de Alba.

Posteriormente, se produjo un nuevo cambio de apellido. La XIII Duquesa de Alba, Dña. María del Pilar Teresa Cayetana, murió en 1802 sin descendencia, y es entonces cuando sus derechos pasan a los Fitz- James Stuart, apellido que se conserva hasta el día de hoy con el actual XIX Duque de Alba, D. Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo.

El gran Duque de Alba

El gran Duque de Alba

D. Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel nació en Piedrahíta el 29 de octubre de 1507. Es hijo de García Álvarez de Toledo y Zúñiga, heredero de Fadrique Álvarez de Toledo, II Duque de Alba, y de Beatriz Pimentel.

Desde su primera infancia acompañó a su abuelo D. Fadrique en sus campañas militares y con 6 años presenció la toma de Navarra. Cuando éste falleció en 1531, se convirtió con 24 años en III Duque de Alba, siendo reconocido en toda Europa como Gran Duque de Alba o El Grande. Con él, la Casa de Alba alcanzó su momento e mayor esplendor, al igual que su residencia, el Castillo-Ducal renacentista de Alba de Tormes, que vivió su época dorada.

Mantuvo una amistad inseparable con su camarada de armas, el poeta Garcilaso de la Vega, y con Juan Boscán, su preceptor.

A lo largo de su vida fue incorporando innumerables títulos nobiliarios y diplomáticos, entre otros, el de IV Marqués de Coria, III Conde de Salvatierra de Tormes, II Conde Piedrahíta y VIII Señor de Valdecorneja. Fue nombrado Grande de España y Caballo de la insigne Orden del Toisón de Oro en 1546, en Utrecht.

Por su valentía e inmejorables cualidades como estratega militar, llegó a ser Mayordomo Mayor y Miembro de los Consejos de Estado y de Guerra de los reyes Carlos I y de su hijo y sucesor, Felipe II, convirtiéndose en su hombre de mayor confianza y obediencia.

En Alba de Tormes, el 27 de abril de 1529 se casó con su prima María Enríquez, confidente de Santa Teresa de Jesús.

En 1579 el Duque sufrió el destierro a Uceda, a causa del casamiento de su heredero Fadrique sin permiso del rey, pero, con motivo de la guerra con Portugal, el rey solicitó sus servicios que culminaron con una nueva victoria que le permitió entrar triunfante en Lisboa.

Murió en Tomar (Lisboa), el 11 de diciembre de 1582. Sus restos fueron enterrados en el convento de San Leonardo, actualmente el convento de San Jerónimo y Museo Arqueológico Padre Belda, en Alba de Tormes, a la espera de que terminasen las obras de la iglesia de San Esteban (Salamanca). En noviembre de 1619, su nieto, el V Duque de Alba, trasladó sus restos desde el convento de San Leonardo a San Esteban.

Alba de Tormes durante la guerra de la independencia

Alba de Tormes fue un lugar estratégico durante los años de la Guerra de la Independencia. Por su posición geográfica, controlar Alba significaba mantener la línea del Tormes.

Con la misión de dominar el Puente Medieval, el Castillo de los Duques de Alba se convirtió en una privilegiada torre de vigilancia y, consiguientemente, toda la villa en un campo de batalla con continuos sobresaltos.

Desde su ocupación en el año 1809, el Castillo presenció el 28 de noviembre de 1809 cómo se libraba la batalla de Alba de Tormes en la que el ejército español de la izquierda liderado por el General del Parque sufría la derrota ante la caballería del General francés François Ètienne de Kellerman. Esto motivó que Alba de Tormes figurase grabada en el Arco del Triunfo de París.

Los enfrentamientos con el ejército enemigo continuaron. Durante la retirada de los franceses vencidos en la batalla de Arapiles el 22 de julio de 1812, las tropas españolas lideradas por el Conde de España, deberían haber defendido el Puente de Alba. No seguir las órdenes del General Wellington, obligó a la caballería de la Liga de Alemania a tener que enfrentarse a la retaguardia francesa en el vecino municipio de Garcihernández, con un rotunda victoria para los germanos.

Pero se puede decir que cuando el Castillo tomo un especial protagonismo, es con motivo de la retirada de las tropas. En noviembre de 1812, con los franceses reagrupados, Wellington se tuvo que retirar desde Burgos a Portugal pasando por Alba de Tormes.

El 14 de noviembre de 1812 se producen enfrentamientos entre los ejércitos que se saldaron con la destrucción de dos arcos del puente por los escoceses liderados por Stewart. Fueron las tropas españolas con el Teniente Coronel José Miranda Cabezón al mando, las que, desde la Torre, evitaron su reconstrucción facilitando la retirada de los aliados.

Del 14 al 24 de noviembre de 1812 fueron días decisivos en la defensa del Castillo, que ya estaba destruido. Wellington mandó a Cabezón que lo sostuviese hasta su retirada, misión que realizó exitosamente hasta su total evacuación.

Con el paso del tiempo y el acopio de materiales por parte de los vecinos «a dos reales el carro», el Castillo de los Duques de Alba pasó a queda desmantelado y a mantenerse en pie la Torre de la Armería que, con sucesivas remodelaciones, guarda en sus muros el paso de la historia de la Villa de Alba de Tormes.

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